La forma en que una madre entiende y gestiona las emociones de su hijo antes del nacimiento de un segundo bebé podría tener un impacto duradero en la relación entre sus hijos. Así lo plantea una investigación de la Universidad Ben-Gurión del Néguev (BGU), en Israel, publicada en Social Development, que analizó el rol de la función reflexiva materna durante la transición familiar hacia un segundo hijo.
El estudio, dirigido por la profesora Naama Atzaba-Poria y el doctor Porat Yakov, observó a 117 familias israelíes en tres momentos: durante el embarazo, entre cuatro y seis meses después del nacimiento del segundo hijo, y a los 18 meses posteriores. El objetivo fue entender cómo el comportamiento del primogénito tras la llegada de un nuevo hermano influye en la calidad del vínculo fraterno a largo plazo.
Los investigadores detectaron que las conductas problemáticas del primogénito (tanto internalizantes, como ansiedad o retraimiento, como externalizantes, como berrinches o agresividad) tienen una relación directa con la calidad del vínculo entre hermanos un año después. Sin embargo, la novedad del estudio reside en que este impacto puede ser mitigado si la madre posee una alta capacidad de reflexión emocional durante el embarazo.
Principalmente, la función reflexiva materna se refiere a la habilidad de la madre para percibir e interpretar los estados mentales de su hijo. Según los datos del estudio, aquellas madres que mostraron niveles elevados de esta capacidad antes del parto lograron amortiguar los efectos negativos de las conductas internalizantes del primogénito en la relación fraternal.
En palabras de la profesora Atzaba-Poria, «la llegada de un nuevo hermano representa un reto significativo en el desarrollo del primogénito, quien debe adaptarse a cambios importantes». Agregó que «nuestra investigación subraya el profundo impacto de la capacidad materna para comprender y reflexionar sobre el mundo interior del niño, especialmente cuando enfrenta conductas internalizantes».
Por otro lado, el estudio aclara que esta capacidad no moderó de forma significativa los efectos de las conductas externalizantes, lo que sugiere que estas problemáticas pueden requerir otro tipo de apoyo o intervención parental.
Además de las personas con estas características se comparó el impacto de la sensibilidad materna, definida como la habilidad de responder adecuadamente a las necesidades del hijo. A diferencia de la función reflexiva, la sensibilidad no presentó el mismo efecto protector en este contexto.
A raíz de estos hallazgos, los investigadores propusieron desarrollar intervenciones tempranas que fortalezcan la capacidad reflexiva de las madres durante el embarazo. Estas estrategias podrían facilitar la adaptación del primogénito y fomentar una relación entre hermanos más positiva desde los primeros meses.
NotiPress/Carlos Ortíz